Dos meses antes.

-Buenos días, cielo. ¿Hace mucho que estás despierta?
-Buenos días. Sí, un rato.
-¿Qué escribes? ¿Es importante? Va, déjalo y ven conmigo a la cama, que te voy a dar los buenos días.
-Jajajaja, lo siento, Max, es importante. 
-Aaaaay (bostezando), voy a desayunar. ¿Has desayunado? 
-No, cielo, ahora voy. 
-Deja de fumar, que te vas a matar.
"Matar", qué bien sonaba esa palabra en su cabeza. Pasó la página de su diario y siguió escribiendo en silencio.
Escribía concentrada, con una canción de fondo, una sola. Una que sonaba en bucle, no dejaba nunca tiempo al silencio. Pero daba igual, ella sólo oía una palabra: "Sandy"
Estaba sentada en su sillón, junto a la ventana, con un cigarro en la mano izquierda, la camisa del novio y su gorro de escribir. Nada más cubría su cuerpo. Bueno, nada más excepto ese halo de nostalgia que la envolvía. 
Tras la ventana se mostraba una ciudad ruidosa, que gracias a la insonorización de la casa, no penetraba en los muros. Llovía, o eso recuerdo. Pero la luz entraba en ese habitáculo.
Pienso arreglarte el corazón con trocitos del mío. Las lágrimas, secártelas con besos. Y las heridas que te hice, te las curaré con jirones de mi piel. Escribió. Y borró. Se revolvió el pelo, dobló el folio donde escribía y la guardó en el diario donde tenía apuntadas todas las cosas que quería decir. 
Hagamos como que mi vida me hace feliz, y ya terminaré de escribir a mi Felicidad esta tarde. O quizás sea mejor que no la busque y me conforme. Da igual, voy a follar.
Pero no volvió a abrir el diario hasta dos meses después de ese día. Y para entonces, nada de lo que hiciera le serviría para recuperar su Felicidad.



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