Soledad.

Viernes, 12 de abril. 12:48

¡Lucas, Lucas. Lucas, despierta. Lucas!

Cuando abrí los ojos encontré una escena macabra sobre mi colchón: Marla llorando mucho y una gran mancha roja que se extendía desde su entrepierna hasta casi sus rodillas.
-Dios mío, Marla, ¿qué te pasa?- dije levantándome de un salto de la cama. 
-No lo sé, Lucas. Si lo supiera no estaría así.- Balbuceó con la voz entre cortada. Tenía la carita roja y una mirada que hacía daño.
-¿Pero sigues sangrando o se te ha cortado? ¿Qué hago, Marla?
-Llama a la ambulancia, idiota.- Me mataba poquito a poco su sufrimiento. 
Alargué el brazo para coger el móvil de la mesilla mientras la ayudaba a levantarse de la cama y llevarla hasta la bañera. 
-¿Te ayudo?- dije con la boca pequeña mientras me cogían el teléfono. Negó con la cabeza mientras empezaba a mojarse. 

-Hola, mire, mi novia se acaba de despertar con las piernas llenas de sangre procedente de sus partes íntimas.- nunca me había costado tanto explicar nada.- No se corta y creo que necesitamos una ambulancia. No, no estaba embarazada, creo. Vale, muchas gracias.
Me acerqué a Marla y le repetí si necesitaba ayuda. Volvió a negar con la cabeza y le dije que estaría en el salón fumando. 
No sabía qué deberíamos hacer, ni siquiera si es que Marla tendría algún problema grave. Dios mío, sólo me faltaba eso a mi semana de incertidumbre. "El destino tiene un sentido del humor un poco agrio." me dije.

El timbre de la puerta provocó un escalofrío de remordimientos que me recorrió toda la espalda. Abrí la puerta rápidamente y me encontré otra escena aún más desoladora: Sandy. Sandy y su cara de "Otra vez, Lucas. Otra vez me la has hecho, hijo de puta." Intenté salir hacia el pasillo para hablar con ella, pero me frenó diciendo:
-No. No me vas a volver a ocultar más, Lucas. Estoy cansada de ti y de tus secretos. Estoy cansada de todo lo que tengo que soportar para ver la parte más pura de mi Sandy. No. Que me oiga quién me tenga que oír, pero yo no vuelvo a ocultarme de nadie.-
Las palabras de Mía empezaron a rebotar en mi cabeza, incapacitándome para pensar con claridad. No era capaz de articular palabra y lo único que me salió fue un triste y ridículo "lo siento". "Claro que tienes que sentirlo, pedazo de capullo. Sólo eres capaz de reventar las pocas esperanzas que la gente pone en ti. Me das asco, Lucas" pensé. Como era lógico, a ella tampoco le valía un penoso "lo siento":
-Calla, no quiero que digas nada. Sólo quiero que escuches, aunque creo que eso tampoco sabes hacerlo.- Cerró los ojos e inspiró con fuerza. Sus ojitos garzos se tiñeron de carmín y una tormenta estaba a punto de estallar.- No tenías por qué haber dicho nada. Podíamos haber seguido cada uno con sus vidas, sin cambiar nada. Pero tienes la puta mala costumbre de prometer cosas que sabes que no eres capaz de cumplir. No eres consciente de todo lo que he dejado por hacer lo que he hecho hoy, pero es que tampoco eres consciente de lo que significa que me hayas aniquilado de esta forma. Ahora, dos años después de la primera vez que me dejaste, no tienes ninguna excusa por la que quedarte, por la que no escapar conmigo. Así que esto se traduce en algo muy sencillo: voy a desaparecer para siempre de tu vida. Para mí, acabas de morir. 
Pude sentir como todo mi ser se rompía en miles y miles de trozos. Lucas como ser completo dejaba de existir. Ahora Lucas tenía un hachado de realidad clavado en el pecho. Ahora Lucas no sabía cómo explicar que había sido un puñetero cobarde desde que Sandy mostró la valentía de dejarlo todo, otra vez, por él. Intenté usar lo de Marla como excusa, pidiéndole que me dejar explicar los motivos por los que no había ido a su encuentro, pero yo no podía engañarla. No. Ella me conocía incluso mejor que yo mismo y sabía que nada en el mundo ejercía la suficiente fuerza sobre mía para que hiciera o no algo, excepto mis propias dudas e inseguridades, que se extendían por mis venas causando la muerte de toda esperanza. 
-Calla.- Volvió a repetirme.- No tienes nada que explicar. Te has acostado con ella. 
"¿Mía? No, por favor, no consideres eso como la mecha de esto, por Dios. Sabes que para mí, al igual que para Donald Draper, el sexo está vacío." pensé. 
-Pero no la amo.- susurré para que Marla no me escuchara, si es que estaba escuchando la conversación.
-Es la primera vez que esa boca no escupe una mentira. Claro que no la amas. Ni a mí tampoco. ¿Qué se puede esperar de una persona que no es capaz ni de amarse a sí mismo? Tú no sabes lo que es el amor. Has convertido nuestra historia en tu historia. Y aquí siempre me toca perder. No te preocupes, no mancharé más capítulos. Escribiré la mía en paralelo.  Pero no esperes estar ahí, no, en esa historia tú no vas a dolerme más.
Al fin lo dijo. Algo que yo supe desde el primer momento en el que lloró por mí: yo sólo iba a ser el factor de dolor de toda su vida. Soy el cáncer de amor de Sandy. Soy lo peor que le ha podido pasar a esta pobre chica. Ojalá y fueran verdad sus palabras. Ojalá me muriese en este instante para dejar de hacerle daño a la persona que menos se merece del Universo que yo le haga daño. Pero aún muriendo, Sandy volvería a sufrir. No sé qué debía hacer para que mi amor, mi Sandy, dejara de pasarlo mal por mí. Pero eso de que siempre perdía ella... Yo fui quién lo arriesgó todo cuando le dije que tenía novia. Yo jugué todas mis cartas por ella y aún así siempre he salido perdiendo...
-Mía, no.- dije con los ojos empapados de culpa.- Aquí el único que pierde siempre soy yo. Yo lo arriesgué todo por ti, tú sabías a lo que nos enfrentábamos siempre, pero era yo el que lo sufría todo.  Aún así lo hice por ti. 
-¿Me estás reprochando lo que pasó en la residencia?- La cara de Mía asustaba.- ¿Qué ibas a perder tú? ¿A tu novia de toda la vida? Ah, no, que tenías a otra esperándote. ¿A tu jueguecito de fin de semana? Tampoco. Alguien calentaba tu cama todas las noches. Yo perdí lo más importante que he tenido en mi vida: a mí misma. Deja de hacerte la víctima, Lucas. Nunca has pagado tus problemas, siempre tienes una buena excusa para todos. Curiosamente, las personas que más te quieren siempre pagan tus inseguridades. Vuelve dentro y dile a Marla que tu muñeca ya se ha roto del todo y que se va para nunca volver. Ni se te ocurra volver a pensar en mí. No tienes derecho ni a recordar mi cara. 

Y se fue. Simplemente se fue. Vi cómo el amor de mi vida me exiliaba de la suya por ser un completo imbécil.

Cerré la puerta con aplomo, no era capaz de asimilar todas las palabras que Mía me había escupido. Cada una con más razón que la anterior. Me di la vuelta y vi a Marla mirándome, preparada para irnos al hospital. Ella estaba igual de impactada y sólo dijo:
-No sé qué clase de persona habrás sido para que alguien te diga las cosas con tanta claridad. No sé qué clase de desastres habrás ocasionado en su cabeza pero me das asco. Lucas, ni te molestes en acompañarme al hospital. Cuando vuelva, recogeré mis cosas y me iré. Te mereces morirte solo. Ni las ratas van a querer pasar su tiempo contigo. Eres despreciable.
-Marla...
-Adios.-dijo tajantemente cerrando la puerta con un portazo. 

En menos de diez minutos, la eterna duda que me rondaba la cabeza desde el jueves, se había resuelto. Estaba totalmente desubicado. Decidí volver a refugiarme en Bruce e intentar anestesiarme. 
-Por favor, Bruce, Dios, o como te llames, haz que nadie quiera saber nada de mí jamás. 

Y mientras empezaba a dormirme en el sofá, el viento pareció susurrar "De eso ya te ocupas tú.".

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