Lucha temporal. (Parte I)

Sábado, 10 de diciembre. 19:03

-Mía, levanta, vamos a salir a cenar.- dijo Helena quitándome la manta que cubría mis piernas de un golpe.
-No, Helena, hoy no. De verdad, esta época me pone triste, me recuerda que casi hace un año que Lucas se fue.- y rápidamente miré hacia otro lado intentando contener las lágrimas.
-No te he preguntado. Nos vamos, Mía, quieras o no. No te puedes pasar los meses encerrada en casa escuchando a Bruce mientras suspiras por los huesos de alguien que ya no existe más. 
-Lo sé, pero no paro de recordarme la vida tan feliz que tendría si él no se hubiera marchado jamás. Devuélveme mi manta. 
-Ni hablar. Si no te duchas tú sola, te arrastraré hasta ella y lo haré yo. Me parte el alma verte así por un gilipollas como Lucas.- Helena se sentó en el brazo del sofá para ponerse a la altura de mi cabeza y acariciarme la mejilla tiernamente.
-¿Tan mala soy, Helena? ¿Tan mal lo hice para que él no quisiera quedarse?
-Mía, por Dios... No pienses más en eso. Venga, va, seguro que salir te viene bien para despejarte.
-¿Qué me propones?
-En mi bar hay un concierto de un cantautor y de una chica que canta blues. Después podemos tomarnos una copa y pronto nos volvemos a casa, te lo prometo. 
-¿Encima me vas a hacer ver a mi hermana? Mira, te voy a hacer caso, pero sólo por hoy. No te acostumbres.
-Te voy a poner bien guapa para disimular esas ojeras feas en esos ojos azules.

Sábado, 10 de diciembre. 20:48

-Empieza cantando una chica tipo blues y tal. Luego viene el cantautor. Seguro que te gusta, Mía.- dijo con esa sonrisa suya que siempre enamoraba a los hombres, mientras abría la puerta del local. 

De golpe, el tiempo se paró. Era ella. La mejor amiga de Lucas. Mi corazón intentó huir por mi garganta, quedándose atascado y provocando que no fuera capaz de articular palabra. Mi rostro se volvió blanco y si no me caí al suelo fue porque un joven que observaba la escena mientras acababa su cigarrillo, voló rápidamente hasta evitar el desmayo. 

-No, no, no, se va a manchar ese vestido tan bonito si se cae al suelo.- me susurró al oído. 

Cuando abrí los ojos, me encontré abrazada a un muchacho alto, apuesto, moreno y con unos ojos penetrantes. Helena me miraba de lejos como sospechando de un sentido totalmente contrario al correcto. 

-Lo...lo siento mucho, de verdad. Últimamente como poco y el calor me ha hecho perder el sentido.- me disculpé girando la cabeza y clavándome en esos ojos que no me permitían dejar de mirarlos. 
-Por mucho maquillaje que lleves, las heridas de dentro no se tapa, y tienes unos ojos muy poco discretos.- volvió a susurrarme.- Por cierto, me llamo Alejandro.- y me soltó de sus brazos. 
-Yo soy Mía, encantada.
-Qué nombre más bonito tienes. Aunque es un poco posesivo.- resultó que no sólo sus ojos eran capaz de hipnotizarme, tenía una sonrisa capaz de iluminar el cielo nocturno. 
-Es increíble lo mucho que puede decir una palabra tan cortita.- sonreí. Helena me observaba junto a mi hermana, impactantes de ver otra vez mis dientes descubiertos. 
-Lo siento pero se me hace tarde. Un verdadero placer conocerla, señorita.- dijo besándome la mano.
-El placer es mío, caballero.- dije con una absurda reverencia antes de echarnos a reír como tontos. 
-Parece usted muy divertida. Algún día me gustaría invitarla a un café.
-Tal vez algún día. Pero ahora mismo no lo veo posible.
-Cierto, tus ojos me están chivando que tienes esto de aquí- dijo señalándose el corazón- algo...¿cómo decirlo? algo roto.
-Sí, algo destrozado. Pero no importa, la ciudad no es muy grande, si algún día nos volvemos a ver, le invito al café yo. 
-Trato hecho.- inclinó la cabeza, me soltó una media sonrisa y desapareció en la fría noche.

Me di la vuelta y mis dos chicas me esperaban ansiosas de nuevas historias. Gracias que la música de esa maldita chica, hizo imposibles las preguntas. 
Me había librado del interrogatorio, al menos durante un rato. 

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