Lucha temporal. (Parte II)

Sábado, 10 de diciembre. 21:34

Estaba apunto de acabar la última canción cuando los ojos de Ana se clavaron en los míos y sentí la necesidad de volverme invisible. No se había percatado de mi presencia hasta ahora. Mi estómago empezó a llenarse de nervios y de nuevo, las náuseas. 
Como hecho adrede, comenzó a cantar otra canción como bis. Esa media sonrisa de reproche y desprecio que siempre me había puesto en mi tiempo con Lucas, volvió a aparecer en su rostro. Y, por supuesto, no podía ser otra canción más que "nuestra canción". Sentí un latigazo en el alma, una fisura en el corazón y una tempestad en mi cara. Ella volvió a sonreír cuando se percató que estaba a punto de echarme a llorar. Gracias que Helena vio la situación y decidió que era el mejor momento para fumarnos un cigarro en la puerta.

-Lo ha hecho a propósito. Es una zorra.- Le dije buscando en mi bolso el paquete de tabaco mientras las manos me temblaban casi como a un enfermo de Parkinson. 
-Mía, te juro que no sabía que era ella, de verdad. Lo siento mucho.- Helena me miraba como pensando en el error que había cometido al traerme aquí.
-No te preocupes, en serio, no ha sido tu culpa. Esa zorra nunca ha soportado verme con Lucas y ahora le gusta la idea de hacerme sufrir. No se pudrirá por dentro de maldad. Joder, no encuentro el tabaco.-dije sacando con un gesto hostil las manos del bolso.
-Disculpen, ¿puedo invitarlas a un cigarro?- de nuevo esa voz. Toda mi piel se erizó al sentir su presencia detrás de mí. 
-Claro.-dijo Helena sonriendo pícaramente. 
-No he podido resistirme a volver a buscarla.-me susurró al oído mientras se inclinaba para dárselo.
De forma muy sutil, Helena se alejó como para llamar por teléfono y así dejarnos a solas. 

-Ahora le debo un café, caballero.- dije con una sonrisa mientras me giraba para mirarle. 
-En realidad he manipulado un poco las circunstancias, así que voy a cambiar el café por una copa ahora y la pago yo.
-Qué poco me gustan los manipuladores, caballero. 
-A mí no me gusta que me hipnoticen con la mirada, señorita, y no por eso he dejado de venir.

"Hipnotizado por mi mirada" me dije. ¿Qué probabilidad había de que dos personas sintieran lo mismo sin conocerse? ¿Y qué probabilidad había de que definieran de la misma manera esa sensación?

Volví a sonreír y le dije:
-Por favor, llévame lejos de este bar.
-Si hay algo dentro de este sitio que hace que esos ojos se vean tan tristes, debería entrar y resolver el problema. Nadie puede hacerle eso a una cara tan linda. 
-¡Mía!- Era ella. Inspiré hondo y me giré despacio. Esto iba a doler, seguro.- Madre mía, estás estupenda. Te veo más delgada. 
-Hola, Ana. Has estado genial.-dije fingiendo una sonrisa.
-Lo que no comprendo es que salieras justo en la canción más bonita. Le diré a Lucas lo guapa que estás, seguro que se alegra de que todo te vaya tan bien.- podía apostar mi cuello a que mentía más que hablaba.
Y aunque sabía que ella no era de fiar, necesitaba preguntarle por mi Sandy:
-¿Cómo está él?
-¿Es que no lo sabes? Marla y Lucas han sido papás.

Sentí cómo el peso del Universo caía sobre mí y sólo fui capaz de articular un triste "tengo que irme". Comencé a caminar deprisa. Helena cortó su conversación telefónica cuando le hice un gesto que entendió a la perfección. 
Y de lejos la voz de Ana retumbó dentro de mi cabeza:
-Le diré lo estupenda que estás. Te ha venido bien su abandono. A los dos os ha venido de lujo. 

Me paré en seco, miré hacia atrás y vi cómo entraba de nuevo en el bar. El pobre chico, perplejo con la escena que acababa de presenciar, se acercó corriendo a mí y me abrazó fuertemente contra su pecho. Me dio un beso en el pelo que provocó que rompiera a llorar con el único objetivo de asfixiarme con las lágrimas y dejar de respirar. 

Cuando el estruendo que provocaba mi llanto redujo su sonido, me apartó lentamente y con sus grandes manos me secó las lágrimas. 
-¿Quieres que te lleve a casa?

Le miré fijamente a los ojos y asentí. No sé cómo pero al ver esos ojos, olvidé el motivo de mi angustia. 



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