Bajo la lluvia. (Parte III)

Jueves, 21 de febrero. 01:45


Mía ya no lloraba. Mía me miraba y sonreía desde el otro extremo del sofá mientras se tomaba el chocolate. "Eh, ¿esas risas a qué vienen?" dije imitando un tono de voz de persona seria. "Me río de que esto tiene que ser una broma. No es posible" dijo ella mientras se acercaba la taza a la boca. "¿Me ves cara de payaso?" dije en el mismo tono. "Llevo un pint... no, no lo llevo. No llevo el bolso." Y miró fijamente al chocolate. Si lo sé no digo nada porque otra vez el gesto de Mía volvía a ser de preocupación. "Mía, ¿de verdad que no quieres contarme nada?" le dije mientras me acercaba a ella. "Mi madre." dijo sin levantar la vista. "Mi madre ha vuelto. Ha venido sin avisar porque dice que está preocupada. ¡Que está preocupada!" dejó la taza en la mesita y se acercó a mirar por la ventana. "Yo sé que no he sido la mejor hija del mundo, pero tampoco para que venga haciendo lo que ha hecho. "Mía, estás en los huesos.", "Mía, no tienes buena cara.", "Mía, ¿aquí es donde vives?", "Mía, ¿por qué nunca contestas el teléfono?" y un sinfín de gilipolleces. En serio, Lucas, estoy bien, he pasado una mala época pero me estoy reponiendo. Joder, estoy en una ciudad nueva. Se supone que estoy con alguien que me quiere y al que quiero. Se supone claro." Yo me había levantado y estaba justo a su lado mirando también donde ella miraba. "Quizás tu madre tenga razón.". "Me ha dicho que se va a quedar unos días y que volverá en un par de meses. Que si no tengo mejor aspecto, me he cambiado de piso y he solucionado los problemas con Alejandro, me lleva de vuelta a casa. Que no va a permitirme que destroce mi vida como lo estoy haciendo. Yo me he asustado, no sé por qué, le he gritado y le he dicho que ella no es nadie para controlar mi vida, que no se crea mi salvadora, que no crea que ella puede arreglar nada, que ella sólo es la mujer que me dio la vida. Y me he ido enfadada. Ahora tengo miedo de volver porque tengo miedo de reconocer que tiene razón. Tengo miedo de asumir que estoy destrozando mi vida, que he perdido el control." Ella hablaba mientras dibujaba emes en el cristal empañado. Alargué mi brazo y la rodeé. "Mía, de vez en cuando no está mal dejarse ayudar. Muchas cosas se pueden arreglar si las miras desde otra perspectiva. Te lo digo desde mi experiencia. Te aseguro que ella no quiere causar el caos en tu vida. Ella quiere lo mejor para ti. Igual que lo quiero yo, por ejemplo. ¿Quieres que te ayude yo, Mía, que estoy en tu misma ciudad?". Ella se giró y apoyó su cabeza en mi pecho. Agarró con fuerza mi sudadera y me dijo bajito y con calma: "No puedo dejarte entrar en mi vida, Lucas. Eres demasiado importante como para consumirte a ti también." "Soy consciente que parte de este caos interno que tienes, te lo he causado yo. Soy consciente que probablemente, los problemas que tienes con tu chico tengan un fondo del que yo soy responsable. Soy consciente de que juntos somos una cerilla y un bidón de gasolina que puede explotar en cualquier momento. Soy consciente de tantas cosas, Mía, y no me importan una mierda si son para tu bien." Mía se apartó y me miró fijamente con esos ojitos de sapo que se te clavaban como una estaca. Respiró y me dijo: "no tienes ni idea de cómo soy ahora. Podría dolerte toda la vida. El peso de un corazón roto es más ligero y más pesado, a la vez. Es más ligero porque te faltan cachos. Es más pesado porque no sólo pesa en el pecho, también pesa en el alma, en la mente. Te pesa en todos lados." Eso fue mi detonante. Le cogí la cara, puse mi cara a, aproximadamente, medio nanómetro, y le dije: "lo que tú no entiendes es que sería capaz de recorrerme hasta el último rincón del infierno hasta encontrarte y llevarte a la nube más bonita del cielo. Aunque mi eternidad la perdiera con ello." 
Mía comenzó a llorar. El cielo comenzó a llorar. Bruce comenzó a llorar. Yo comencé a llorar, Y estoy seguro de que la madre de Mía no había parado de llorar. 
Mía me volvió a abrazar con tanta fuerza que no me dejaba respirar. Mía se dio la vuelta, me cogió las manos e hizo que mis brazos la rodearan por la barriga. Se puso de puntillas y me susurró: "dime que me sigues queriendo como el primer día. Dime que no eres capaz de olvidarme. Que me amas incluso más que has amado a nadie, y que aunque duela reconocerlo, soy el amor de tu vida. Dime lo mismo que estoy sintiendo yo." "No quiero mentirte", le dije, "No te puedo decir que te amo incluso más que he amado a nadie porque no existe una comparación, una palabra, que exprese lo que yo te amo." Mía se separó de mí. Me miró con los ojos de un depredador y me besó mientras me sujetaba la cabeza como si no quisiera dejarme escapar nunca. Creo que en ese momento, el tiempo se paró para nosotros. Ese beso nunca pertenecería al tiempo. El tiempo no era digno de ello. 

No hay comentarios: