No todo está perdido.

Jueves, 14 de enero. 11:00.
Después de dormir durante tres horas sin que nada perturbara su sueño, Sandy abrió los ojos con dificultad. Los tenía tan hinchados y tan rojos que le era imposible ver con nitidez. 
Se puso las gafas y cogió el móvil, era hora de poner su vida en orden. Nunca nadie había conseguido cambiar el curso natural de su vida y estaba dispuesta a que eso siguiera así. 
En el móvil había cinco llamadas perdidas de su compañero de clase y otras tantas de Helena. 
Comenzaría por el principio, como le dijo el Sombrerero Loco a Alicia, y cuando acabara, terminaría. 
-¡Mía!- una voz joven y femenina se mostró sorprendida ante la llamada.
-Helena, hay muchas cosas que tengo que decirte. Pero hoy no me apetece hablar y menos por teléfono. Vente el viernes y pasas aquí el fin de semana. Prometo helado de chocolate y mucha mierda para comer.
-Claro, Mía, el viernes después de comer subo. Mejórate cielo. 
-Por supuesto, sobreviviré, como siempre.
-Eso espero.
Ahora tocaba lo peor, hablar con Guillermo. Guille era un chico rubio de su clase de Latín de primero, pero no tenía confianza suficiente como para contarle lo que había pasado. Tan sólo tendría que decirle de quedar al día siguiente para terminar el trabajo. 
Cuando se decidió a llamar al joven, el sonido del móvil sonaba desde detrás de la puerta de su habitación. Sandy corrió a abrir la puerta y encontró a Guillermo levantándose del suelo.
-¡Pero Guillermo!
-Me habías dejado preocupado y he venido a ver qué pasaba. Te lo he dicho en un mensaje, no me iría hasta que no me abrieras la puerta y me contaras que coño te pasaba.
-Joder, Guille, lo siento mucho, me he quedado dormida.
-¿Pero estás bien, tonta?- Guille abrazó con mucha fuerza a Mía. En sus brazos, Mía no pudo evitar romper a llorar. Guille la cogió en peso y cerró la puerta. La postró en el suelo y le dijo:
-¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, no? El trabajo de Latín casi que lo he terminado, ese era el motivo de mi llamada. Va, cuéntame Mía, nunca te he visto así.
-Yo soy de piedra. Esto nunca debió pasar. Yo no lloro, no soy débil.
-Mía, céntrate.
-¿Sabes lo que es que te den la cosa más preciosa del mundo, lo que has buscado toda tu vida, que se adapta perfectamente a ti y crees que lo han hecho a tu medida y no te dejen disfrutarlo? ¿Sabes lo que es que te lo muestren en una vitrina y te digan "eso es para ti, voy a por la llave" y regresen con otra persona para dárselo? ¿Sabes lo que es ver cómo se lo dan y que te digan a ti que no eres exactamente la persona adecuada para dicho tesoro? Pues eso me ha pasado. Me han quitado el amor de mi vida, me han desgraciado la existencia. Si Dios existe, es un pedazo de hijo de mil putas. -Mía volvió a romper a llorar pero esta vez se dio la vuelta para que no la pudiera ver.
-Mía, no exageres. Eres joven, puedes encontrar a mil hombres mejores que él. De verdad, vales más que cualquier tesoro.
-No tienes ni puta idea. Esa frase parece de libro: "Cuando tu amigo esté dolido por un amor dile que más pierde el otro por dejarte ir". Guille, no quiero que me digas lo que piensas, perdón, pero me da lo mismo. Lo que yo siento dentro del pecho no lo controla nadie y nadie es capaz de entenderlo. 
-Lo siento, Mía, intentaba ayudar. 
-Pues escúchame y no hables.
Guillermo se levantó de la cama y agarró a Mía de los brazos. 
-Mírame y no te escondas para llorar. Eres persona, no eres un pedazo de hielo.
-Guillermo, no quiero que creas que soy débil.
-Creo que eres perfecta. Hasta tus defectos me parecen perfectos. 
Se produjo un silencio cargado de tensión entre los ojos aguados de Mía y los ojos cargados de esperanza de Guillermo. Y, de golpe, el equipo de música volvió a sonar con "Alivio" de Rozalén. 
Guillermo soltó a Mía y se dispuso a irse.
-No te vayas... Por favor. No te vayas. No me dejes sola.
-¿Para qué? Si yo no puedo ayudarte.
La canción dijo en ese silencio: "Y en cambio, cuando te miro, todo cobra sentido..."
Se abrazaron muy fuerte, oprimiéndose el pecho hasta dejar de respirar y susurraron, Mía apoyada en su pecho y Guillermo con su cabeza apoyada en la cabeza de ella: "Y si vale la pena, es por ti..."
Pero esa minúscula muestra de algo que se podría llamar "amor", no iba dirigida el uno al otro, no. Otra persona se interponía en esa naciente relación. 

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