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Martes, 21 de mayo. 18:20
Sandy entró en el coche, sacó un espejo del bolso y se retocó la pintura de los labios. Se miró en el retrovisor y se arregló el pelo. Arrancó el coche y puso marcha a la ciudad de Lucas.
Condujo durante más de una hora y media y por fin llegó donde solía estar hace ya un año. Lucas era jugador de baloncesto jubilado pero desde hacía un par de años había vuelto a un equipo de la universidad donde estudió.  
Eran las ocho de la tarde y no había rastro de ningún entrenamiento por ahí. Sandy bajó del coche y se encendió un cigarro. Se apoyó en el coche y pensó que quizás no había sido tan buena idea volver.
Quizás el momento de volver fue no haberme ido. No podría reprocharle que hubiera conocido a otra Sandy, a una Cynthia. No podría reprocharle que hubiese conocido a su Candy. ¿Quién soy yo para reprocharle nada? Sólo soy una puta inestable que ni siquiera es capaz de saber quién es, qué quiere, qué busca o qué espera. Sólo soy un refle
Un hombre mayor con una escoba en su mano izquierda truncó los pensamientos de la joven:
-Disculpe señorita, ¿espera a alguien? ¿qué hace en un sitio tan abandonado usted sola?
-¿Abandonado? Quizá usted sepa decirme dónde entrena el nuevo equipo de baloncesto de la universidad.
-¿El nuevo? ¿Cuánto tiempo hace que no viene por aquí? Cerraron este sitio hace ya meses. Pero usted no es una forastera, no, usted conoce la ciudad. 
-No, no soy nueva por estas tierras. ¿Sería tan amable de decirme el lugar?
-Claro, señorita. ¿Ve esas luces del fondo? Allá, detrás de todos esos campos de limoneros.
-Sí.
-Allí están, señorita.
-Muchísimas gracias, de verdad.
Sandy entró apresurada en el coche y se dirigió a la mancha de luces del fondo de los limoneros. Mientras se acercaba, empezó a sentir cómo el estómago le daba un vuelco y su cabeza comenzaba a pensar qué iba a decirle a Lucas cuando ella llegara. Estaba en el aparcamiento de la mancha de luces cuando frenó en seco. Lucas estaba saliendo de una de las puertas y una chica le esperaba apoyada en el coche, con la misma postura que ella había adoptado hace apenas veinte minutos en el anterior campo de entrenamiento. Sin pensarlo demasiado y con los ojos llenos de lágrimas, salió del coche y gritó. Gritó con todas sus fuerzas el nombre de su amado.
Lucas comenzó a mirar hacia todos los lados hasta que por fin vio a alguien al lado de un coche, alguien que parecía un fantasma, un sueño o una pesadilla, alguien que no debía estar ahí. Salió corriendo al encuentro de ese espíritu que había vuelto del pasado cuando la sombra decidió volver a entrar en el coche y huir. Lucas estaba perplejo, no entendía nada. No entendió nada hasta que vio un papelito en el suelo, un papelito en el lugar donde la sombra lo había esperado, donde la sombra lo había llamado y donde la sombra había decidido abandonarlo. El papelito estaba escrito con carmín y decía: 
"Te sigo queriendo como el primer día, como el día que apoyé tu cabeza en mi pecho y te confesé que te amaba más que a mi vida. 
Espérame, por favor. 
S"
Lucas arrugó el papel con todas sus fuerzas y gritó:
NO VUELVAS NUNCA.

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